Hoy es un día cualquiera lleno de mensajes. Hoy se llevaron ese espejo que no era mío, donde antes me reflejaba. Hoy volví al viejo barrio y busqué allí, entre viejos apuntes, un problema resuelto. Quiero ayudar si puedo. En su lugar dormía la hoja de papel, esperando su momento. Recuerdo haberle puesto empeño y trabajo en su día. Suenan, entonces, ecos del pasado pero los ignoro, no les doy importancia. Siento alegría, eso sí. Mando un mensaje y recibo yo otro casi simultáneamente. Curioso. Recojo todo. Luego con los papeles en la mano me encuentro, al salir, con un amigo de la infancia. Nos tomamos unas cervezas y como quien no quiere la cosa terminamos hablando de la casualidad. No podía ser de otro modo. Su vida está llena de ellas, me dice. No hay casualidad, añade. Totalmente de acuerdo, podría ser un eslogan perfecto para mi presente. Todo está lleno de supuestas casualidades y lo que más me sorprende es mi sorpresa. Desterraré la duda para siempre, eso haré.
No tengas duda, si siempre buscaste ese libro descatalogado tan raro que perdiste y junto a tu casa abren una libreria de libros usados, dudarás y te preguntarás si quizás encontrarás allí lo que buscas. Visualiza y probablemente encontrarás, suele pasar. O quizás no sea así, en ese día o en ese lugar pero se habrá iniciado un camino sin retorno. La intención te llevará a tu objetivo. Y cuando eso ocurra no será casualidad. El que te lo robó sólo quería venderlo.
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