Cada paso encierra un milagro. Un milagro es conseguir soplar el viento a favor de la corriente. Las lágrimas, la risa, la pena, el amor, el abrazo, el dolor, la paciencia, la inseguridad, el beso... esconden, todos ellos, milagros. Quizás recuerdes momentos así en tu vida, cuando mirabas con esos ojos tan especiales para ver. En esos días lo traspasas todo y ves milagros en el cielo, en las piedras, en el mar, en la lluvia, en los animales, en la arena... Danza la vida en armonía en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad. Así es. A veces sentimos esa energía de querer y poder llamada amor. A veces nos abruma, nos asusta y nos demostramos que no. Tenemos mucho miedo y mucho frío. Y claro, es un no porque tenemos ese poder y lo usamos así. Cerramos el grifo de agua infinita, convertimos lo natural en mentira, cambiamos el orden bello de las cosas y todo se vuelve vacío. Cerramos una puerta que realmente no existe. Porque, o bien no hay puertas, o todas están abiertas o bien existen los burros voladores, es tu elección. La vida acumulada es ilusoria, es una excusa para escondernos tras ella. La vida tan solo ocurre. Nuestro cuento no se lee, si no se escribe. Podemos, sencillamente, dejarmos ir y ser. En calma nos escuchamos y al respirar el aire, nos cargamos de milagros. Cada paso encierra un milagro porque podemos caminar. Caminamos poco a poco. Un latido, un paso, otro latido, otro paso, no hay latido, no hay paso. Cada paso encierra un milagro y por eso yo creo en los milagros.
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