Hoy me desperté por la mañana muy temprano (no digo la hora porque estando yo de vacaciones sería casi un insulto) y se me ocurrió acudir a la biblioteca pública que recordaba yo de mi época de estudiante opositor no demasiado tiempo atrás. Se está allí realmente bien, tranquilo y fresquito también por aquello del relax que da leer y aprender única y exclusivamente por el placer de hacerlo, sin presiones ni exámenes. Entre libros puedes encontrarte con citas inspiradoras como Mucho peor que no te tomen en serio es que te tomen demasiado en serio del gran Billy Wilder (toma nota espiritillo) o curiosidades histórico-matemáticas como la anécdota donde se dice que el rey Enrique I estableció, en el siglo XII, la longitud de una yarda (0,9914 metros) como la distancia desde la punta de su nariz a la punta de una de sus manos. Qué bonito, qué bonito, qué bonito y yo digo de vez en cuando bladurumbumba para que me tomen un poco a chiste. No te referías a esto, ¿verdad, Wilder?
Despueś de echar la mañana allí tiro para casa pasando un poco de calor de vuelta en mi Sevici y justo antes de hacerme de comer, me reencuentro, por casualidad, con una película muy salvaje de la que un día me prometí hablar, en esta mi comunidad en la red y que aún no ha sido estrenada (será en Octubre en EEUU y en Diciembre en nuestro país). Es una película infantil llamada Where the wild things are traducida divinamente al castellano como Donde habitan los monstruos (un día hablaremos del imáginativo traductor que se dedica en España a reinventar los títulos de las películas). Está dirigida por el ilusionante Spike Jonze, cuya historia se basa en un cuento clásico ilustrado homónimo del inglés Maurice Sendak. Teneís que reconocer que las creaciones de este señor molan:
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