lunes, octubre 19, 2009

Accidental

Creo que nunca he hablado aquí de lo accidental y de lo mucho que me gusta. Es la sal de la vida. Será por aquello de las cajas de sorpresas. Me encantan. Sí, aquellas de las películas infantiles donde, al abrirla, salía una cabeza de payaso diabólico impulsado por un muelle. Daban sustico pero molaba. ¿Truco o trato? Igual me ocurre con las películas de terror, cuando las veo me muero de miedo y de emoción a la vez. O las montañas rusas siempre subiendo, siempre subiendo hasta llegar a la cima y luego un pequeño suspiro, en tan sólo un segundo, para ver la caida cuesta abajo que se avecina. ¡Qué subidón! ¡Vivan las experiencias fuertes! Son chispitas de la conciencia para encender la hoguera.

Tal y como lo ve este pequeño espíritu eufórico e inquieto, a veces un tanto cargante -mis disculpas o mis condolencias, amigos-, los acontecimientos interesantes en la vida, dependen en gran medida del mágico azar y de esos momentos mínimos e incluso insignificantes, cuyo valor, sólo a toro pasado, somos capaces de encajar en nuestro rompecabezas vital. Me refiero a esos momentos que sentiste como especiales. Fueron momentazos, en serio. Que no nos quiten lo bailao y punto en boca. Lo decimos así porque lo valemos. Las pequeñas grandes cosas, esas que nos hacen cambiar el rumbo, dependen a veces de la suerte, una suerte que los seres humanos deseamos, buscamos y más aún, si podemos, elegimos o propiciamos. No seamos tampoco ingenuos, el camino elegido casi siempre consiste en no resistirse a la corriente que nos empuja desde lo más profundo. Dejémonos llevar, nos lo pide el cuerpo. Sintámonos como extranjeros en tierras extrañas. Así es mucho más interesante.

A veces algo muy improbable ocurre y nos da la impresión que siempre había sido así. Ya estaba y estará... Cuidado, lo accidental o lo milagroso no cesa y termina por moverlo todo de sitio. Fíjate, si hasta estamos vivos gracias a milagros sexuales ocurridos nueve meses antes de nuestro año cero. Qué bueno eso de milagro sexual, siempre deberían ir juntas estas dos palabras mi-la-gro-se-xual. ¡MILAGRO SEXUARRLLL! ¿Sabes de qué hablo? Sí, hombre, el origen de este individuo occidental accidental que soy. Hasta más ver.

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