Esta es una anécdota que me ocurrió durante una de mis clases de Matemáticas con los más chiquitines, los de primero. Cuando llevabamos unos 10 ó 15 minutos de clase, uno de los chavales de la primera fila, muy risueño él, realiza una pregunta sin mucha relación con las fracciones: Maestro (Así suelen llamarte en los pueblos. A mi personalmente es una palabra que me gusta), ¿a qué ayer fuiste al cine de Nervión a ver una película?. Sí -respondo yo-. A lo que sigue un sentimiento de gran emoción del chiquillo seguido de un codazo al compañero y un comentario efusivo aunque en voz baja: ¡Ira er maestro en el cine!
Esto no es más que un reflejo de cómo nos perciben algunos alumnos (sobre todo los peques): Un ser muy extraño, casi alienígena (con mote y todo), que llega todos los días a su clase de no sé sabe dónde y luego se va, quizás, a su ataúd de maestro o vete a saber tú. Como sólo le veo dar clase, pues eso es lo único sabe hacer (el que sabe sabe y el que no, enseña) y además lo hace todo el rato. Obviamente, se trata sólo de una idea inconsciente que ellos tienen sin darse cuenta. Por otra parte, tampoco es nada nuevo, si hacemos un poco de memoria recordarán que nos encantaba ver a los profesores en ambientes diferentes al instituto. Alguno de los míos estará bien contento, digamos que doy juego. ¡Qué gañanes!
El maestro
1 comentario:
Un maestro interesante... y constante. Por lo que puedo leer, con un espíritu de niño inquieto, de los pocos que creen que siempre se puede seguir aprendiendo...
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