Óscar era, a los ojos de su círculo social, un perturbado y eso le causaba problemas. No le gustaba nada. Ahora con Alice todo cambiaría. Esta chica americana se cruzó en su vida el mes pasado casi por accidente y estaba locamente enamorado de ella pero no sabía qué hacer. Por ahora eran sólo amigos. A veces se veían a solas como dos adolescentes pero ella no decía nada y él tampoco. ¡Vestía y olía tan bien! Se miraban a los ojos y notaba algo, mariposas en su estómago como suele decirse. Y no era sólo un sentimiento propio, ella sentía lo mismo. Lo sabía, una atracción recíproca flotaba en el aire. Casi podía tensarlo. No eran elucubraciones suyas, estaba completamente seguro. SEGURO. En sus esporádicos encuentros observaba disimuladamente su cuerpo y la imaginaba desnuda en su cama, arrastrados ambos por la fiebre inevitable del deseo. La poseía salvajemente como un animal. Era, por fin, suya. Un hilillo de sudor nacía en esos momentos, en su frente. Entonces se atrevía a rozar accidentalmente su mano con la suya, tras lo cual siempre pedía perdón y bajaba la cabeza. Algún día la tendría de verdad, como en sus fantasías. Algún día no se escaparía de sus manos. Sin embargo, al final volvía a estar solo y la luz de su presencia, en su ausencia, se convertía en oscuridad. Entonces la culpaba y la odiaba porque nunca estarían juntos como se merecían. Su odio era tan fuerte como su amor y realmente llegaba a desear su muerte. No podía seguir así. Su ánimo subía a lo más alto de los cielos para descender vencido a lo más bajo del inframundo. No más incertidumbre, hoy lo resolvería. Hoy se atrevería a verla. Hoy daría el paso aunque alguien resultara herido.
Óscar fue con determinación a la cocina, cogió un cuchillo de gran tamaño y lo guardó camuflado en el pantalón. Se dirigió a su dormitorio y sin encender la luz observó desde la puerta la silueta de mujer que permanecía tumbada sobre su cama. Perfecto, dormía. Tendría de su lado el factor sorpresa, cumpliría su sueño y luego... Ya se vería. Se desnudó en silencio y se lanzó sobre Alice envolviendola con sus brazos. La penetró con violencia mientras oía sus casi imperceptibles jadeos de placer. ¡Qué delicatessen de mujer! ¡Qué unión más divina! Sentía mariposas por miles en su vientre. Al poco terminó, rodó hacia su lado de la cama y allí permaneció unos minutos. Un extraño vacío se adueñó poco a poco de él pues ella, tan fría, seguía sin decirle palabras de aliento y amor. ¿Por qué se escondía tanto en este proyecto mutuo? Resurguía entonces el odio y pensaba en la muerte. Pensaba en matarla, mejor dicho. Como tenía planeado tomó el cuchillo y lo asió fuerte por la empuñadura. En ese momento impulsado por la rabia, la apuñaló en el pecho con todas sus fuerzas y fue entonces cuando Alice Sex Doll 2.0 explotó como si fuera un gigantesco globo de feria.
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