Un extraño correo

Ayer a altas horas de la noche llega a mi ordenador un extraño correo de un tal Oscar. Que yo sepa no conozco a ningún Oscar, me digo. En su escritura caótica y casi ilegible se le notaba un poco pasado de opio, laudano y todo lo que le eches. En todo el texto se podían rescatar algunas pocas frases con sentido, una de ellas decía tal que así:

La naturalidad es la más difícil de las poses.

Me dejas un poco traspuesto, lo confieso. ¿De qué vas? Oscar Wilde (así se apedillaba), hijo de mi vida, una pose es por definición una impostura, una falsedad, algo poco natural. Pensar en trabajar para conseguir, en este teatro del mundo, una actitud completamente natural desde una especie de disfraz me parece la mayor aberración que sólo puede salir de un tipo con un ego tamaño familiar, como supongo es tu caso. En fin, te daría un abrazo, hermano, pero me coges bien lejos.

Sigo leyendo y encuentro más citas:

No hay nada como el amor de una mujer casada. Es una cosa de la que ningún marido tiene la menor idea.

Después de todo, ¿qué es la moda? Desde el punto de vista artístico una forma de fealdad tan intolerable que nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses.

La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella.

La mejor base para un matrimonio feliz es la mutua incomprensión.


Y hasta se permite dedicar una a éste blog:

El hombre puede creer en lo imposible, pero no creerá nunca en lo improbable.


Vaya con el tipo. Parece grande. Empiezo a pillar tu rollo provocador, Oscar Wilde. Me arrancas una gran sonrisa, Wilde, te lo digo en serio. ¡Qué humor más fino! A ver si un día de estos me contestas y nos vamos de copas. Nos pegaremos una buena, seguro. No sé como te quedarás cuando te diga que soy el más borracho de la sala sin que en mi entre ni una gota de alcohol. Tal vez yo también sea un poco provocador, a mi manera.