viernes, mayo 08, 2015

Escuchar la nada

Hoy he revisado algunas de las cosillas que escribía en este rinconcito y se me ha escapado una sonrisa. Un sonrisa con forma de brillo en los ojos como me gusta decir. Algunos textos, los más crípticos quizás, esos que tal vez solo yo entienda, me han transportado a sensaciones pasadas. Por breves instantes me he llenado de la inspiración de aquellos terrenos transitados. No es poco. No es poco experimentar unos segundos de plenitud, quiero decir. Es una sensación grata que encontramos al detener el paso.

En este loco día a día, tomamos de aquí y de allá, sin pararnos a respirar. Morimos juntos allá afuera, mientras vivimos cada uno, nuestro propio paraíso particular. Las piezas del puzzle las tenemos delante y en realidad esa carrera de fondo imaginaria, no existe. Solo hay vacío. Un vacío pacificador que lo impregna todo. Nos mira fijamente desde las profundidades atravesándonos el pecho. Temblamos por dentro, balbuceamos y ese vacío se convierte en ruido de preguntas, deseos y aspiraciones. Por eso es tiempo de parar y escuchar.

Se puede escuchar tanto... Se escucha la noche aullando al amor efímero. Se escucha en el silencio de la soledad, el calor de tus manos, las palabras de tu vaso siempre lleno, tu carita de niña traviesa y las muecas de tus labios escenificando un odio juguetón de patio de colegio. No sabes mi nombre y el tuyo es justo el título de aquella canción que ya nadie canta. O al menos eso creo, cualquiera sabe. Ríes contenta y yo te contemplo. Eres marioneta y marioneta soy yo, pero todo vuelve irremediablemente a su sitio. El sueño lo engulle todo y luego nada nos queda. Se alejará y serás un punto pequeño en un universo infinito. Ahora todo es dulce y eres una gata oscura sobre fondo de luz. Ahora todo esto se escucha en la nada.



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