sábado, agosto 20, 2011

Cuentista

Voy de aquí para allá, relajado. Vi caer el vaso de mis manos y quedó intacto. Dio vueltas sobre si con un leve susurro de caramelo sobre el agua derramada. Fue cuestión de segundos. Pensé, entonces, en lo bonito de lo accidental y en los misteriosos caminos que nos aguardan. Vendrán muchas sorpresas porque el espíritu continúa. Borges hablaba en su día de jardines con senderos que se bifurcan, pues algo así. De fondo sonaba una canción, creo. Esa tan bonita de James Taylor que tanto me gusta. Ya ves como soy. Siempre vuelven los pájaros de mi cabeza a hacer de las suyas. Me hacen cosquillitas y yo me dejo. En el fondo me gusta. Por eso lo escribo.

Cambio de habitación. Me tumbo y construyo un hogar donde morir por un rato. Es un reino pequeño pero acogedor. Escondido, acepto mi papel y entro en los sueños de puntillas. Por la puerta entreabierta se vislumbra una vía. Es un espíritu donde navegar inmune a la oscuridad. Tengo un objeto sin objeto. En un oasis sobre un mar de arena, estás tú. Veo tu belleza, te abrazo, te beso. Me siento libre. Al rato me despierto.

Hoy pensé en lo accidental de todo esto. No sé si ya lo dije. Sí, ya lo dije. A veces me repito para dejar clara la esencia. Eso o porque no puedo evitarlo. ¡Qué sé yo! Tal vez no se cayó ningún vaso de mis manos, tal vez no transito por jardines maravillosos, tal vez no había canción. Tal vez es sólo otro de mis cuentos donde estabas tú. Seré un cuentista que sueña pero no hay vaso roto. El vaso sigue entero, totalmente lleno de agua. Y esa agua es la vida en este cuento.

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