Y un día, de repente, me sentí solo en mi habitación. Vinieron esos pensamientos y gobernaron mi mente. Es tan directo y terrorífico como en un pasado. No pienses, me decía pero ese era otro pensamiento más y tras él otro más. Con un poco de relax, un poco de sueño y algún gomillazo tal vez pude parar la rueda diabólica pero ella, la burbuja había desaparecido misteriosamente. Estaba aparentemente desconectado. Me sentía como un móvil sin cobertura perdiendo batería antes de una última llamada de socorro. Mientras mi mundo temblaba, el mundo seguía girando con fría naturalidad.
Por supuesto, la chica de los mil nombres tampoco estaba. La buscaba en los por fin lunes, en la hora del te, en nuestros jardines secretos, en el día de las órdenes o en las noches sin dormir pero era invisible para mi. En ninguna parte hallaba esos lugares compartidos. Entonces dejé de buscar y me senté a escuchar el vacío, sin esperar nada y sin límite de tiempo. Lo visualicé, vi el sitio en mi imaginación y la vi como siempre la veo. Es decir, te vi como siempre te veo.
Al abrir los ojos lo había olvidado todo y la habitación, mi dormitorio, ya no era mi dormitorio. Volvía a ser uno de esos lugares mágicos habituales, una estancia en ruinas atravesada y partida en dos por un sendero de baldosas amarillas que se perdía en la lejanía. Dorothy no estaba conmigo, ni yo era el león, ni el oso nervioso, ni un cocodrilo, sencillamente porque estaba solo y Dorothy era yo. ¡Qué ridículo vestidito para un tipo de pelo en pecho! ¡Ya podrían buscarlo, al menos, de mi talla. Hice una bolita de papel con mis manos, apreté los puños y lancé la bola al suelo como muestra de enfado contenido. ¡Qué rabia! Las trencitas, la faldita y todas las demás itas eran una auténtica broma pesada, un fastidio pero, qué diablos, los zapatitos rojos eran bien monos e incluso hacían juego con mis... braguitas rojas.
Inevitablemente seguí el camino. Una flecha con una indicación dejaba clara la dirección: Haz lo que quieras. Y a ese lugar fuí, pasito a pasito, sin detenerme. El camino no terminaba pues parecía (era) infinito. Al llegar la noche descansé en medio de la oscuridad total. Una voz grave algo distornionada habló: Estás rodeada de espejos, ¿los notas? Desnúdate, guapetona, y mírate en ellos directamente a los ojos. Será... Me habla en femenino el muy $%&"@#, pensé. Me acerqué al borde del camino y vi el círculo de espejos. En uno de ellos, poco a poco, se formaba un cuerpo de mujer sin rostro definido. Pegué la cara y me vi en sus ojos. La vi, llegué a tocarla. ¿Yo era ella y ella mi reflejo o al revés? ¡Qué perdido!
Al día siguiente me desperté bien temprano y la vi de pie frente a mi. Me dijo con suavidad: Oye, ya está bien que has tardado mucho y eso no puede de ser.
- ¿Cómoooo? - dije yo - Me dejaste solo, te llevaste la burbuja y ... y eso no vale.
- No has entendido nada, pequeño, todo esto es parte de una aventura divertida, llena de juegos e incluso con trampas de cartón. Yo siempre fuí contigo en tu viaje porque Dorothy soy yo, ¿recuerdas? Ahora tú también lo eres. No voy a ninguna parte o a ninguna parte voy, como quieras. La burbuja la llevamos dentro de nosotros, de mi y de ti. Imagínala con claridad y allí estará. Míra qué bonita, todo tiene sentido si no la olvidas.
- Tus palabras son las mías. Te siento, nos sentimos el uno al otro. Sólo me despiste un poco, perdí la conexión. Nunca estaré perdido si creo en la burbuja. Somos dos y también somos uno cuando nos cubre.
Se dieron las manos y se acercaron. La burbuja se hizo más y más grande hasta quedar ellos dentro justo en el centro, besándose como no podía ser de otro modo.
Enlaces relacionados: La burbuja, parte 1 ; La burbuja, parte 2
2 comentarios:
Para cuando "la burbuja parte 4"?.Gracias.
Uy no sé, no sé burbuja 4 no habrá. Quizás otro número...
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