Ayer-hoy (por aquello de la madrugada) ha sido un día especial aquí en Zaragoza, podríamos decir que fue el gran día de las llamadas telefónicas, de las llamadas curativas. Una noche en buena compañía es siempre de agradecer y es un placer aunque oiga tu voz lejos y aunque a veces nos tambaleemos un poco. Nos levantamos con más fuerza los dos juntos.
Por estas tierras mañas, fuimos al centro comercial, descansamos y luego por la noche salimos un poco de tapas por el tubo (el pincho de champiñones y los huevos rotos con gulas, son insuperables) y luego a bailar con unos amigos zaragozanos y vascos. Eso es lo de menos, lo de más ya lo sabemos. Es lo esencial y eso, es invisible a los ojos. No se ve más que con los ojos del corazón. Bien lo sabe El Principito, ¿verdad principesa?
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