Quien nombra, llama. Y alguien acude, sin cita previa, sin explicaciones, al lugar donde su nombre, dicho o pensado, lo está llamando.
Cuando eso ocurre, uno tiene el derecho de creer que nadie se va del todo, mientras no muera la palabra que, llamando, llameando, lo trae.
No hay comentarios:
Publicar un comentario