martes, octubre 27, 2009

Eki

Aquella fue una gran noche. Al volver, cuando abrí la puerta de casa eran casi las tres. Contento y eufórico con mi borrachera de tónica Schweppes, así llegaba. No enciendo la luz, ya no me da miedo la oscuridad porque en ella no se esconde nadie. Finalmente se disiparon mis dudas sobre esas sombras proyectadas en las cortinas. Los demonios se exiliaron a un lugar más oscuro, lejos de aquí. Joder, con tanto sueño deberías callarte incluso por dentro. Sí señor, mandadle callar de una vez. Camino de la cama será el mejor camino pero antes me siento unos momentos en el sofá del salón, a oscuras. Pienso un rato por afición y convicción, entonces viene el vacío y de nada quiere hablar conmigo. Mucho mejor así, en total silencio. Las grandes preguntas de la vida, a veces, están mejor calladas. Me siento muy fuerte y a la vez realmente cansado. Me arrastro hasta la cama siguiendo un camino que mañana no recordaré. Allí me espera mi harem de almohadas. Caigo rendido en ellas, como su mejor servidor en un colchón de apacible oscuridad. En la niebla que emerge del suelo mientras duermo, allí apareces de nuevo. No alteras lo más mínimo la profundidad de mi sueño. Ahora no te veo, mañana recordaré muy clara tu visita. Una aureola divina te rodeaba. Eres la bomba, el nuevo disco de moda y lo sabes. El éxito te ilumina tanto la cara que no puedo verte. No veré tu rostro mañana, ni ayer, ni hoy. Quizás no existe o quizás es esa luz profundamente cegadora.

No hay comentarios: