Hoy contaré un sueño recurrente que hacía mucho tiempo que no me visitaba pero ayer lo hizo de nuevo. Se trata de una pesadilla de mucha intensidad y viveza pero cuyo final me deja un buen sabor de boca. Sobre todo por aquello de no morirme que no es poco. Cada vez que lo sueño tengo la misma sensación, parece muy real y esto acentúa su vivencia. Más o menos es así:
Estoy en un edificio desconocido de muchas plantas y subo a un ascensor con cierto temor. Ya me huelo lo que se avecina pero aún así subo. Una vez en el interior y tras pulsar el correspondiente botón, se cierran las puertas y éste no reacciona. Estoy encerrado. De repente, empieza a subir y a bajar sin control ninguno, ni regla fija. Yo pulso los botones para conseguir algún efecto pero nada. En éstas, el ascensor se para de nuevo y al rato comienza a subir hasta la última planta. Yo sé que cuando llegue arriba, al último piso, luego bajará del todo y moriré -pienso algo acojonado-. En efecto, el ascensor llega hasta arriba y luego cae como si nada lo sujetara. En esos momentos me resigno y acepto mi inminente final. Al producirse el impacto, el ascensor se comprime en forma de gurruño, atraviesa el suelo y yo salgo despedido hacia fuera aparentemente muerto. Aquí lo normal en estos casos, tengo entendido, es despertarse repentinamente por el sobresalto pero en mi sueño no es así. Yo, me levanto ileso como si nada hubiera ocurrido, miro a mi alrededor y observo que estoy en unas ruinas subterráneas que... ¡acaba de crear el ascensor en su brutal caída! Ahora sé que este será mi nuevo mundo y que nunca podré volver atrás. Lo comprendo todo, el principio del final es un principio, un nuevo comienzo. Este será mi nuevo mundo y lo exploro como un auténtico aventurero de película (Indiana Jones y las ruinas del elevador maldito). Hasta aquí la narración para no aburrir pues aunque en el sueño sigo recorriendo con mucho interés y alegría mi nuevo escenario, éste se vuelve un poco repetitivo y al final no encuentro nada. El placer, en este caso, está simplemente en la búsqueda, según parece.
Lo más curioso del asunto es que yo no tengo ni claustrofobia, ni miedo a los ascensores en la vida real. A las caídas de gran altura, un poco pero quién no. Supongo que se tratará de algo simbólico. Sin duda es la metáfora el lenguaje de los sueños. Que se lo digan a Jüng.
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