Leo ayer en 20 minutos (edición digital) el siguiente titular:
Un hombre mata a su pareja y trata de suicidarse lanzándose desde el balcón.
Esto ocurrió en la barriada de Los Pajaritos en Sevilla. Supone el segundo caso de muerte por violencia machista en nuestro país y la primera en Andalucía en lo que va de año. En estos casos muchos elmentos y circunstancias que se repiten llevándonos a casuísticas parecidas. Así, se tienen estudiados los diversos perfiles de los maltratadores y de sus víctimas, hemos visto algunas historias más o menos reales reflejadas en guiones de series y películas, programas más o menos rancíos hablando sobre el tema, etc... Sin embargo, existe siempre un denominador común que suele repetirse y a veces pasa desapercibido cuando se produce uno de estos atroces asesinatos. Llama mucho mi atención que el tiparraco -como diría mi abuela- sea capaz de matar a su pareja (y en ocasiones a sus hijos) metiéndole si hiciera falta treintaytantas puñaladas (sin ensañamiento, sin acritud y sin despeinarse demasiado) pero llegado su turno para morir suicidándose, el método utilizado no suele resulta eficaz y terminan malheridos aunque sin llegar a compartir la misma suerte que ella. Hasta en eso son machistas y cobardes...
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