Primero fue la fábula en si, es decir, el objeto propiamente dicho aislado de la realidad. Después vinieron, con la segunda parte, sus devastadores efectos sobre la realidad y sus habitantes mortales (Sí, me refiero a ti...). Ahora, nos elevaremos a lo más alto, a lo onírico, a lo trascendental para así cerrar el ciclo y la trilogía.
La rana realizaba bien su trabajo. Era muy útil a todos los animales pues además de ayudarles a cruzar el conocido río, les trasmitía su luz y su calma. Una luminosidad que en cierta forma le cegaba y quizás por ello la rana se sentía vacía. En sus ratos libres se asomaba pacientemente cada día a la orilla sin recibir el reflejo del agua, sin sentirse completo. No veía bien su reflejo en las inquietantes aunque conocidas aguas y, ni mucho menos, se atrevía a sumergirse en ellas. Un día llegó el temido escorpión tan diferente a él, tan misterioso y oscuro. Lo convenció, lo sedujo, le dijo que también se sentía vacío y marcharon juntos a cruzar el río. Estaban ilusionados y excitados. Entonces ambos comenzaron a sentirse en armonía, el escorpión con ayuda de la rana y la rana con ayuda del escorpión. Miraron juntos al río y tampoco vieron su reflejo pero lo comprendieron. Ellos eran ese el reflejo y debían hundirse como unidad dual hacia la eternidad del fondo del río. Al fin estaban preparados, el escorpión mató y la rana se dejó matar. Atravesaban el espejo de la realidad para comprender que el caos/la paz, lo femenino/lo masculino, la oscuridad/la luz, el instinto/el control, o también, la rana y el escorpión son en realidad indisolubles como un auténtico yin (oscuro, escorpión) y yang (claro, rana) que son. El viaje hacia la profundidad del río interior había comenzado. Principio, no fin o ni principio ni fin, según prefieran.
Nota: Curiosamente aunque las palabras rana y escorpión corresponden a los géneros gramaticales femenino y masculino respectivamente, sabemos que existen animales de ambos sexos en dichas especies. En este caso, la rana sería macho y el escorpión hembra, al menos en cuanto a su carácter espiritual se refiere. Obviamente, desde mi punto de vista, esto se trataría de un hecho meramente simbólico que nada tiene que ver con el sexo o género físico. De hecho creo que los contrarios y la dualidad femenino/masculino, por llamarlo de alguna manera, existe en cada uno de nosotros. Es sólo que unos tienen una parte más marcada que otra.
Para saber más sobre la extraordinaria trilogía de la fábula de la rana y el escorpión visiten también:
La fábula de la rana y el escorpión
La fábula de la rana y el escorpión 2
3 comentarios:
Me pido ser escorpirana, aunque miedo me de mirarme con esa mezcla un tanto extraña. Ojos saltones con muchas patas, cola verde y no me sigo describiendo, no sea que me de un chungo...
Profundo rio...Espíritu...
Sí, quizás esto debería llamarse la fábula de la escorpirana y el ranapión. Me ha gustado esa idea.
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